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20120103

COLGADO DE UN SUEÑO



Lo que más yo deseaba era volar, y un día tuve la posibilidad de poder lograr algo de mis sueños, esto sucedió de esta forma: Un día estando en la casa mi esposa me pide que le haga un favor, me puse a replicarme un poco porque era tarde ya, pero ella me insistía en que fuera porque era necesario, tanta fue la insistencia hasta que accedí a su pedido y parto para allá, tenía que ir a casa de un señor, cuando llego a su casa había algunas personas y pregunto por él y en lo que le estoy hablando a este señor viene un compañero que saltaba paracaídas conmigo y me pregunta si a mi me gustaban las Alas Delta, y mi respuesta inmediata fue que si, al ver mi respuesta pues me dice que sabía de alguien que había hecho uno, y rápidamente le dije que donde estaba ese hombre para ir a verlo enseguida. Entonces fue cuando me dijo mira el vive ahí arriba, y me indicó con la mano el lugar, me dispongo en cuestión de segundos a ir a ver aquel acontecimiento y cuando voy subiendo las escaleras veo que en cima de la placa tiene el ala delta; me sorprendí mucho porque no pensé que aquello fuera un Ala Delta, conversando con Dieguez, (que es como se llama este hombre) me explicaba algunas cosas sobre la construcción, también me decía que ya había hecho otro en la provincia de Las Tunas y que lo había volado, con cada palabra que salía de la boca de Dieguez, era como que mi horizonte se comenzaba a abrir más y más, y ya sentía dentro la posibilidad que siempre había anhelado de poder volar. Pasó este día y casi no pude dormir, me levanté bien temprano en la mañana y fui de nuevo a casa de Dieguez y le pregunté que si podíamos continuar el trabajo juntos, y el encantado me dijo que si, que no había problemas, pero yo quería más que un sí, sentía dentro de mi una emoción muy grande, y regresé a casa de Dieguez por la tarde nuevamente y le dije que necesitaba trabajar más rápido, dentro de mi había una inquietud enorme, fue entonces cuando me dijo Dieguez, bueno Leandro llévate el Ala Delta y continua tu el trabajo, sin pensarlo 2 veces y antes que terminara de hablar cargué con todo aquello y lo llevé para mi casa. Estando el delta en mi casa, fui a ver a Fernando Pardo y le comuniqué la noticia que tenía un ala delta en mi casa a medio construir que había comenzado un amigo y que podíamos continuar construyendo. Sin poner peros yo y Fernando empezaos a trabajar en aquel proyecto; fue entonces cuándo comenzamos la labor de búsqueda, de tubos y demás material que necesitábamos para hacer el delta, los tubos que tenía el ala eran de
camapé y para las partes que necesitaban menor grosor pues buscamos tubos de antenas de TV. La tarea no fue nada difícil pues con la situación que había en esos momentos en nuestro país, estábamos en pleno periodo especial y era muy difícil conseguir cualquier coso por insignificante que fuera, entonces le pedíamos a los amigos, encontrábamos un pedacito por aquí otro por allá, la mayoría de las personas se reían de nosotros cuando les decíamos que era para armar un ala delta, pero eso no nos importaba, teníamos fe y deseos de volar que era lo más importante. Desde ese momento el trabajo no se detuvo, todos los días hacíamos algo, ya sea remachar, armar, no contábamos ni con el instrumental necesario, teníamos que pedir prestadas la mayoría de las herramientas, pero eso no nos detenía. Otra parte difícil fue conseguir la tela para forrar el ala, tuvimos que hablar con muchas personas para que trataran de ayudarnos, hasta que alguien nos tendió la mano y nos regalo un pedazo de tela de paracaídas, que fue con lo que forramos el ala. El siguiente paso fue la costura, ninguno de nosotros sabía coser y gracias a esa ala delta pues todos aprendimos, de una forma muy propia pero aprendimos. Después de tener el ala casi conformada, nuestro siguiente problema era encontrar el centro de gravedad, algo esencial para que este equipo pudiera volar, carecíamos de todo conocimiento referente a estas cosas y la única solución que encontramos fue con mis modestos conocimientos de aeromodelismo, colgar el ala por el centro hasta encontrar el centro de gravedad; así lo hicimos, y ese mismo día con un viento tremendo lo colgamos y empezamos a sacar unos cálculos a nuestra manera, cuando vimos que el equipo estaba totalmente equilibrado, me dirigí a Fernando y le dije:
- “
Fernando aquí no hay que hablas más nada, esto lo que hay es que meterle mano y empezar a volar”.
La última tarea constructiva fue la impermeabilización de la tela, que no llevó bastante trabajo, pues era un material bastante difícil de conseguir, pero al final lo conseguimos y dimos por terminada el ala delta. En los siguientes días comenzamos las tarea de entrenamiento, el ala estaba terminada ya y empezábamos a dar algunas carreritas en el patio de una escuela que queda cerca de la casa de Fernando, todos los días hacíamos lo mismo, ya las personas nos esperaban y se reunía un gran número para ver aquel acontecimiento, y comenzaban a preguntar que si eso volaba, que si podía despegar desde ahí, y nosotros nos manteníamos al margen de los sucesos porque nosotros mismos no sabíamos si despegaría o no. En esas practicas también tuvimos un percance y era que se rompían con frecuencia las costillas, imaginase que impresión nos daba aquello, que confianza nos podría trasmitir, si no habíamos ni siquiera llegado a una montaña y ya las costillas se le partían; pero nada de eso detuvo el deseo que teníamos de volar, ni tampoco nos amedrentó, seguimos luchando como hasta el momento lo habíamos hecho. Por fin llegó el día más esperado por todos, el día 4 de Abril del 1988 partimos hacia la localidad de la Nenita, en el municipio de Guisa. Estando el la montaña ya pues parte de los que habían ido comenzaron a poner excusas para marcharse, pues no querían verse implicados en el posible acontecimiento, y el problema era una realidad, el ala estaba bonita, pero no reunía todas las condiciones técnicas, y todo el mundo sabía que podría traer aquello. Pero a pesar de todos los inconvenientes, Fernando Pardo, Héctor Montero y yo seguíamos con la idea aquella de poder volar, de poder despegar aunque solo fuera los pies de la tierra, y que fuese con un equipo echo por nosotros mismo, era ya más que un sueño, era lo que nos motivaba a vivir. Comenzamos la tarea previa al despegue, armamos el delta de frente al viento y comenzamos a debatir sobre los pocos conocimientos de aerodinámica que teníamos, por donde era mejor, que se debía hacer, nunca tuvimos en nuestras manos ningún material que nos dijera lo que se debía hacer y lo que no, hicimos todo por instinto y deseos de volar. Practicante ya me había convertido en el representante del equipo, era la cabeza de aquel proyecto, me había convertido sin darme cuenta en el impulsor de aquella máquina sin motor. Llega la hora, me engancho aquel equipo, tenía que dar el ejemplo como cabecilla, además tenía que demostrar seguridad, aunque el corazón lo tenía que se me quería salir. Estando ya preparado para despegar, Héctor me sujeta por detrás, y me dice mira Leandro, vete por acá que hay más ángulo de inclinación o por acá que hay menos árboles, y yo solo le dije que me iba exactamente por donde estaba parado, prendo carrera montaña bajo, hasta el momento que siento que aquel equipo despegó; imagínense cuantas cosas yo puedo haber sentido, fue una alegría tremenda, aquello fue una explosión, tanto para mi como para mis compañeros, porque nadie pensaba que aquel equipo pudiera despegar, porque la realidad fue que desde que nosotros comenzamos la actividad de la construcción del ala delta todo el tiempo fuimos objeto de las criítas de todos. Volviendo al aire, solamente levante los pies por fracciones de segundos, al sentir que el ala despegó aquello aparte de la alegría, me dio tremendo miedo, fue una sensación que es inexplicable, lo primero que me dio por hacer fue enredar un pie en pequeña planta que vi, y a consecuencia de esto pues tiro el delta al piso, digo tiro, porque iba volando, al tener la pierna enredada en la mata, pues se comenzó a estirar como si fuera una liga y fue entonces que halé la barra y tumbé el delta, estando ya en el suelo, lo primero que me topé fue con la crítica de mis colegas: “
Leandro estás acobardado” “Cogiste miedo”, cosas así fueron las que me dijeron, pero todas las refuté con carácter, para dar a demostrar todo lo contrario de lo que había sucedido. Después de aquel suceso, me dije para adentro: “no me conviene volar”, y era algo muy claro, tenía el equipo, sabía que podía volar, pero no sabía como se piloteaba aquel artefacto. Recogí el equipo y lo subí nuevamente y entonces llegó el turno de Fernando, se amarró el delta, con un nudo no muy seguro, para aquel tiempo nosotros no sabíamos nada tampoco de amarras y lo amarramos al ala como pudimos y prendió la carrera Fernando y cuando está llegando al punto de despegue pues el ala sale volando sola y Fernando estaba en el suelo, era que se había desamarrado el nudo que le habíamos hecho; y mejor que hubiera sucedido así, porque si nó, se hubiera dado algunos golpes o hubiera rodado ladera abajo. Llego el turno de Héctor Montero, se enganchó el equipo y prendió carrera y despegó el equipo, solo que sobrevoló a uno escasos centímetros del suelo, y había unos pequeños arbustos, con las puntas hacías arriba, y en todos dejó parte de la piel de su barriga, pero a pesar de eso era más la alegría por haber experimentado el vuelo que el dolor por los arañazos. Así finalizó el primer día de vida de nuestra Ala Delta, para nosotros fue más que bueno, pues logramos realmente con creces todo lo que habíamos soñado, sabíamos que se podía hacer y luchamos por ello, nos quedamos colgados a nuestros sueños hasta el final de nuestras vidas.

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